Tu cuerpo te habla
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10/10/2025 ― En este capítulo del libro te comparto una ventaja que nuestro cuerpo nos ofrece, en cambio rara vez la aprovechamos: nuestro cuerpo nos habla y se comunica con nosotros. Espero que te guste.
Aprende a escuchar a tu cuerpo
Nuestro cuerpo es una impresionante máquina casi perfecta. Lleva millones de años de evolución y adaptación al medio. Todos los elementos de esta «máquina» se comunican entre sí para conocer las necesidades y el estado de cada organismo. Lo comprobamos en situaciones como el ejercicio físico, las relaciones sexuales o los momentos de estrés. En esas circunstancias, el cuerpo responde adaptándose: aporta más oxígeno, aumenta el riego sanguíneo o regula la energía según haga falta.
Lo curioso es que, aunque somos los «conductores» de esta increíble máquina, no solemos prestar atención al «ruido» de nuestro motor, para saber si rueda fino o si va a trompicones. El cuerpo nos envía señales continuamente, y aprender a interpretarlas puede ayudarnos a prevenir enfermedades, detectar carencias nutricionales y, en definitiva, a sentirnos bien y más felices.
Lo cierto es que, en general, se nos da mejor analizar a otros seres vivos que a nosotros mismos. Si te gustan las plantas, seguro que alguna vez te han «hablado»: hojas alicaídas que piden agua, bordes secos por falta de humedad, hojas amarillas con manchas que delatan algún tipo de parásito. Sabemos interpretar esas señales en las plantas, pero ¿y en nuestro organismo? Rara vez lo escuchamos con la misma atención.
Déjame contarte algunas señales que tu cuerpo te envía y que conviene recordar. En ocasiones, estos mensajes están relacionados con deficiencias nutricionales o con hábitos poco saludables. Si observas que tu piel está más seca de lo habitual, puede ser un aviso de que necesitas más ácidos grasos esenciales, como los omega-3, o vitaminas A y E. Estos nutrientes son fundamentales para mantener la piel hidratada y elástica.
Las grietas en los labios suelen indicar falta de vitamina B2 ―riboflavina― o B6, ambas son esenciales para la salud de la piel y las mucosas.
Si adviertes que tu cabello se cae más de lo normal o que tus uñas están frágiles, quizás tengas déficit de hierro, zinc o biotina ―vitamina B7―. El cabello es un gran indicador de nuestra salud interna, y una caída excesiva puede ser la forma que tiene el cuerpo de alertarnos sobre ciertas carencias.
Permíteme compartir una historia que todavía me impacta. Suelo comprar en un comercio donde me atiende Mari, una chica encantadora de 34 años. Lleva tatus, piercings y, con el tiempo, me ha contado que es veganista, animalista, ecologista y unos cuantos «istas» más que ahora no recuerdo. Es el típico estereotipo de una idealista, sin demasiada base, pero con un gran corazón. Cada vez que paso con Lilo, la perrita de mi hija Natalia, Mari saca un premio canino del cajón y la acaricia con ternura. Ya te lo dije: esta chica es un encanto. Además, es guapa, y hasta su pelo corto le queda genial.
Sin embargo, hay un aspecto triste en esta historia: su cabello es tan débil que parece el de una mujer de ochenta años, y el cuero cabelludo se le clarea. Un día, con mucha delicadeza, le sugerí que tal vez un poco de carne podría ayudarle a fortalecer las uñas, que le gusta llevar largas. Pero no insistí, porque su respuesta fue tajante: «Antes muerta que comer un cadáver». Estoy convencido de que, con el tiempo, Mari dejará en el camino algunos de esos «istas», quizás junto con parte de su salud. Porque, al igual que los tatus, la mala alimentación siempre deja huella.
Estos son solo algunos toques de atención que nos da el cuerpo. Pero también hay señales de alarma internos que conviene escuchar. En el caso de una fatiga constante puede ser preocupante. Sentirse cansado a menudo, incluso después de dormir ocho horas, podría indicar deficiencia de hierro, vitamina D o B12. Estos nutrientes son esenciales para producir energía y mantener el buen funcionamiento del sistema nervioso.
Nuestro cuerpo tiene muchas formas de quejarse: dolores de cabeza, de espalda, en las articulaciones; pérdida de peso inexplicable; fatiga muscular; apatía… síntomas que muchas veces ignoramos. Pero, no todo se limita a dolencias físicas.
El mal funcionamiento de nuestra «máquina» también afecta a la mente. Al alterar la percepción del mundo que nos rodea, nos sustrae la alegría y nos impide ser personas felices. Al final, todo el organismo está interconectado.
En definitiva, dejando a un lado las agresiones medioambientales y sociales, un cuerpo sano es el mejor terreno para cultivar una mente feliz.
Por eso, aprender a escuchar a tu organismo y comprender su lenguaje es tan importante. Fíjate en los cambios, incluso en los más pequeños. No ignores esas señales y, si algo persiste, busca consejo médico. Recuerda: el cuerpo rara vez grita, pero siempre susurra cuando algo no va bien. Interpretar esos mensajes a tiempo puede ser el mejor secreto para disfrutar de una buena salud a largo plazo.
Como ya te comenté en otras ocasiones, el «ordenador» que llevamos a bordo, encargado de controlar nuestro cuerpo, es increíblemente eficiente. Funciona con un sistema operativo muy estable, que se ha ido actualizando durante millones de años. Cuando el cerebro detecta una carencia esencial, prioriza lo necesario para la supervivencia. Por eso empieza por prescindir de lo menos vital: el cabello, las uñas, la menstruación —en el caso de las mujeres—, la hidratación de la piel y otros aspectos secundarios.
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Un tema sugerente:
El libro de la dieta feliz ― Ya está publicado este ensayo interesante para la salud de toda la familia, por lo tanto, puede ser un buen aliado en la alimentación del día a día. Y como afirma el autor, para vivir más y mejor.
611 - Recuerda que la pérdida de peso exitosa es una carrera de fondo y conlleva cambios a largo plazo en tu estilo de vida.
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Nuestro cuerpo nos habla constantemente, aunque la mayoría de las veces no lo escuchemos. Lo hace a través de sensaciones, dolores, cansancio o incluso pequeños cambios en el ánimo. Cada molestia, cada tensión muscular o cada suspiro es un mensaje que intenta decirnos algo: que estamos sobrecargados, que necesitamos descansar, respirar, movernos o cambiar de rumbo.
Sin embargo, vivimos tan acelerados que silenciamos esas señales con prisas, cafeína o distracciones. El cuerpo, paciente, insiste. Si no le prestamos atención, sus susurros se convierten en gritos: contracturas, insomnio, ansiedad o enfermedades que nos obligan a parar. Escuchar al cuerpo no es una cuestión de debilidad, sino de inteligencia vital. Es aprender a leer sus códigos, a sentir lo que nos pide y actuar en consecuencia. Cuando lo hacemos, todo se equilibra: la mente se calma, la energía fluye y recuperamos la conexión con nosotros mismos, esa que nunca debimos perder.
