El problema de la obesidad
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29/9/2024 ― Bueno, el título que le he puesto a este capítulo puede parecer desalentador, pero tranqui que, exceptuando los matrimonios rotos y los temas de salud, el resto tiene fácil solución.
Pronto entenderás el mensaje del título. Imagina que coges el hábito de comer en cada comida 100 gramos de alimento más de lo que necesita tu cuerpo. Es evidente que irás engordando progresivamente. Entonces, al engordar necesitarás comer cada vez más para alimentar a toda esa maquinaria que estás creando. Y así sucesivamente: más comida, más engorde. En este caso, entrarías en un espiral de engorde y ya sabes que las espirales son temibles porque sus efectos son progresivamente crecientes.
Por ello hay una norma popular que comparto totalmente: quédate en cada comida con un poquito de hambre.
No obstante, si eres incapaz de marcarte unos límites en la comida porque eres de las personas que estas desmotivada y la fuerza de voluntad se te ha esfumado, pues quizás con esta dieta lo consigas porque ya te digo yo, que este método es muy difícil engordar, aunque comas hasta caerte de culo.
Otro de los aspectos que favorecen que los gordos sigan engordando es que en muchos casos los oyes decir frases como, «estoy encantado de estar como estoy».
Esa actitud es bastante negativa porque están educando a su cerebro para convencerse de que estar gordos es la mejor opción para ellos. Pero eso es mentira, es una burda falacia. En todos los casos de sobrepeso, si les ofrecieras la posibilidad de adelgazar de golpe de manera instantánea, todos firmarían en el acto. Entonces, ¿están o no están satisfechos con sus gorduras?
Deduzco que en todos los casos es un problema de fuerza de voluntad y educación. Por si alguna vez dudas de estos planteamientos, recuerda que los gordos no nacen gordos, se hacen.
Por otra parte, escucharás todo tipo de justificaciones por lo que muchas personas están obesas, como tener la regla, retención de líquidos, es mi genética, y algunas fantasías más. En los países donde la hambruna es patente, verás que no hay casos de sobrepeso. Seguramente, en esas zonas no tienen retención de líquidos ni tienen la menstruación; tienen hambre.
Análisis crítico de este capítulo sobre los gordos
El texto que presenta este capítulo del libro trata el tema del sobrepeso desde una perspectiva crítica y provocadora, con afirmaciones tajantes sobre las causas y efectos de la obesidad. A continuación, hago un análisis sobre el contenido, tomando en cuenta tanto los argumentos expuestos como las implicaciones sociales y psicológicas que subyacen.
El título del capítulo, «Los gordos están condenados a engordar», es sin duda impactante y parece tener como objetivo captar la atención de manera dramática. Sin embargo, aunque este enfoque sensacionalista puede funcionar para atraer lectores, corre el riesgo de simplificar un problema complejo como la obesidad. El uso de términos como «condenados» sugiere una inevitabilidad casi fatalista, lo cual refuerza la idea de que quienes padecen sobrepeso están atrapados en un ciclo interminable y difícil de romper. Esto, aunque parcialmente cierto para algunas personas que enfrentan grandes retos metabólicos y de hábitos, pasa por alto factores contextuales y médicos que contribuyen al problema, como la genética, las condiciones psicológicas o el acceso a una alimentación adecuada.
El autor sostiene que el sobrepeso es, esencialmente, el resultado de una espiral autoalimentada: «más comida, más engorde». Aunque esta idea tiene una base lógica desde el punto de vista energético ―calorías consumidas vs. calorías gastadas―, simplifica en exceso las múltiples causas del sobrepeso y la obesidad. Además, este razonamiento parece centrar toda la responsabilidad en la persona con sobrepeso, sin tomar en cuenta otros factores como el ambiente obesogénico, el estrés emocional o los trastornos alimenticios.
Una de las críticas más evidentes del capítulo es la actitud despectiva hacia las personas con sobrepeso, quienes son descritas con frases como «los gordos están encantados de estar como están» y esa actitud es bastante negativa. El lenguaje utilizado no solo es peyorativo, sino que también refuerza estereotipos dañinos y generalizaciones que fomentan la estigmatización de los cuerpos no normativos. Al asumir que todas las personas con sobrepeso están insatisfechas consigo mismas, pero no tienen la fuerza de voluntad suficiente para cambiar, el autor cae en una visión reduccionista que ignora los factores emocionales y psicológicos profundos, como la autoestima, el trauma o la relación emocional con la comida.
Además, la afirmación de que «si les ofrecieras la posibilidad de adelgazar de golpe, todos firmarían en el acto» es problemática, ya que presupone que la delgadez es la aspiración universal y la única condición deseable, ignorando que algunas personas han trabajado por aceptar su cuerpo tal como es, en lugar de someterse a ideales de salud.
El artículo pone énfasis en la fuerza de voluntad como clave para resolver el problema del sobrepeso, sugiriendo que la solución es simplemente «comer menos» y quedarse con hambre. Este tipo de enfoque no solo es simplista, sino que puede ser dañino. La fuerza de voluntad no es el único factor en juego; problemas como el estrés crónico, la depresión, la ansiedad y las dificultades económicas influyen en los hábitos alimenticios y en la capacidad de las personas para mantener un estilo de vida saludable. Además, las dietas restrictivas y la relación negativa con la comida pueden perpetuar ciclos de pérdida y ganancia de peso ―efecto yo-yo― y desórdenes alimenticios, en lugar de promover una salud sostenible.
Aunque el autor menciona que «los gordos no nacen gordos, se hacen», ignora los aspectos sociales, económicos y culturales que también contribuyen a la obesidad. Factores como la falta de acceso a alimentos saludables, la publicidad masiva de comida ultraprocesada, el sedentarismo inducido por estilos de vida modernos y la pobreza son causas importantes que no se tratan en el texto. En lugar de culpar exclusivamente a las personas por su condición física, sería más útil reconocer que el entorno influye de manera significativa en los hábitos alimentarios.
Este capítulo del libro también ridiculiza algunas explicaciones que dan las personas con sobrepeso, como la genética o la retención de líquidos, al señalar que «en los países donde la hambruna es patente, no hay casos de sobrepeso». Este comentario resulta insensible y reduccionista, porque minimiza las complejidades del cuerpo humano y la diversidad de las experiencias personales. La genética, por ejemplo, sí juega un rol importante en la predisposición al aumento de peso, y problemas médicos como el hipotiroidismo, la resistencia a la insulina o la retención de líquidos son condiciones reales que pueden afectar el peso.
Aunque el planteamiento contiene algunas verdades relacionadas con el impacto del exceso de alimentación y la falta de control, trata el tema de manera limitada y problemática. Al centrarse en la fuerza de voluntad y la restricción alimentaria como soluciones, refuerza el estigma hacia las personas con sobrepeso y no toma en cuenta las múltiples variables que influyen en la obesidad. Además, el tono del texto puede resultar despectivo en algunos momentos, esto puede alejar a quienes luchan con estos problemas, en lugar de motivarlos a buscar soluciones saludables y sostenibles.
Y tú, ¿qué opinas sobre este capítulo?
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